He aquí otra batallita de mi adolescencia, de esas que con el paso del tiempo uno recuerda con una sonrisa en la boca. Debemos trasladarnos al mes de septiembre de 1985, cuando el fútbol era tan diferente al fútbol moderno. Cuando tanto Guardiola como yo ejercíamos de recogepelotas. Falso. Yo solo ejercí de recogepelotas en el Lluís Sitjar una vez en mi vida y no era una joven promesa de la cantera mallorquinista, ni siquiera un anónimo jugador de la cantera mallorquinista. Simplemente un joven que pasaba por alli esa noche. Siempre me ha gustado llegar con tiempo al partido y ese 18 de septiembre de 1985 estaba programado para las 20'30 horas el partido de la primera eliminatoria de la Copa del Rey que nos debía enfrentar a la S.D. Portmany. Por aquél entonces yo andaba (dando tumbos) estudiando el bachillerato nocturno y empezaba las clases a las 18'30 horas, así que desde tan temprano estaba yo ya en los alrededores del Lluís Sitjar ya que había decidido saltarme las clases por ese día (¡vaya novedad!).
Recuerdo estar en la puerta de acceso al campo, la famosa puerta 0 por la que entraban jugadores, prensa y vips, cuando una persona se me acercó y me preguntó que si quería hacer de recogepelotas esa noche. Al principio no supe qué decir, de hecho creo que no contesté, pero mi callada fue tomada por un sí, así que me hizo pasar dentro del estadio y juntarme con seis o siete muchachos más que estaban ya allí. Una hora antes del partido nos dirigimos al vestuario que había en el gol sur y allí nos proporcionaron una chaqueta de chándal vieja para vestirnos de recogepelotas. No recuerdo que nos dieran instrucciones concretas sobre cómo o cuándo perder tiempo, pero siendo un partido contra un equipo de Tecera División supongo que no era necesaria tanta parafernalia.
El Mallorca de Benito Joanet salió esa noche, ante poco más de mil personas en las gradas, con Pascual, Izquierdo, Mantilla, García Jiménez, Amer, Tomás, Crespí, Bonet, Higuera, Lipponen y Hassan. Orejuela en el 46 sustituyó a Higuera y en el 74 Tolo Ferrer a Bonet. La primera parte finalizó con un pírrico 2-0 a favor del Mallorca merced a dos goles de Higuera; la segunda parte fue un vendaval mallorquinista y, gracias a los dos goles de Orejuela, los dos de Lipponen y el de Hassan el partido finalizó 7-0. El partido de vuelta era ya intrascendente. Desgraciadamente, aunque mi labor había sido encomiable, con alguna visita incluída al foso a recoger algún balón perdido (y llegados a este punto quiero recordar que por aquéllos tiempos no había más que un balón con el que se jugaba todo el partido, salvo que saliera fuera del estadio), no pude quedarme hasta el final del partido. Mediada la segunda parte, sin encomendarme ni a Dios ni al diablo, me quité mi chaqueta de chándal, la dejé sobre un anuncio publicitario y salí sin hacer ruido por la calle Doctor Gómez Ulla, para sorpresa de mi compañero de banda que me gritaba que a dónde iba.
A las 22 horas me pasaban a recoger a la salida del instituto y tenía que salir de dentro, para dar el pego. Ese era el motivo de mi huída.
1 comentarios:
Interesante historia y buen motivo para no ir a clase :D
Cuando he leido la plantilla que disputó aquel partido... que mítica!!! Me he emocionado.
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