El partido que empezó el lunes y terminó el martes

Escrito el martes, 3 de marzo de 2009 ·

El lunes 27 de octubre de 1997 se presentaba como un lunes típico de otoño en Mallorca, es decir, podía descargar una tormenta en cualquier momento, sin previo aviso. Esa noche, en partido retransmitido en directo por Antena 3, el Mallorca recibía al Real Madrid. El partido se presentaba con un Real Madrid que necesitaba vencer para seguir la estela del F.C. Barcelona y un Mallorca, recién ascendido, que estaba sorprendentemente instalado en la zona noble de la clasificación luchando por la zona UEFA. El encuentro estaba programado a la 21'30 horas del lunes.

Esa noche el Mallorca formaba con Roa, Olaizola, Iván Campo, Marcelino, Romero, Mena, Engonga, Stankovic, Valerón, Amato y Moya. También jugaron Monchu y Eskurza. Recuerdo que desde el principio del partido, desde mi posición en el Gol Sur se veían relámpagos sobre la sierra de Tramuntana y se escuchaban truenos, en una palabra, parecía inminente la llegada de una gran tormenta. Y así fue. En el minuto 43 un apagón parcial dejó sin luz una de las torretas de iluminación del Lluís Sitjar y el juego fue interrumpido por el colegiado, el navarro Andradas Asurmendi. El partido estuvo detenido 25 minutos y tras jugar los dos minutos que restaban del primer tiempo, ambos equipos enfilaron el camino a los vestuarios. Tras el descanso llegó el fin del mundo: truenos, relámpagos y lluvia torrencial. A los 20 minutos de ese segundo período se produjo un apagón total en el Lluís Sitjar. El partido estuvo suspendido media hora más hasta que se pudo restablecer el sistema eléctrico en el vetusto ya Lluís Sitjar.

Así pues, un partido que debía finalizar a las 23'15 horas, no terminó hasta pasada la medianoche, ya en martes. Por eso ha pasado a la historia como el partido que duró 2 días. Para los amantes de la estadística, el marcador no se movió en todo el partido, entre otras cosas porque el árbitro se tragó un clarísimo penalti a favor del Mallorca por derribo de Fernando Hierro a Gabi Amato.

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NO PUEDO ASEGURAR UN RITMO CONSTANTE DE ESCRITURA, HAGO LO QUE PUEDO CUANDO PUEDO. PACIENCIA. SALUD.


Hay cosas que intento olvidar pero no puedo. Mi memoria me persigue. Soy seguidor del Real Club Deportivo Mallorca desde el año 1980. Soy tan idiota que soy capaz de recordar goles, alineaciones, partidos y anécdotas varias de todos estos años. Mi novia dice que si hicieran un concurso sobre la historia y anécdotas del Mallorca lo ganaría sin ninguna duda. Pero yo creo que hay gente que sabe mucho más que yo. Y, además, soy tan tonto que mi única pena es no haber visto jugar a mi equipo en la mítica campaña de Tercera División. Yo me incorporé en Segunda B, aunque de niño recuerdo haber visto mi primer partido en el Lluís Sitjar el 26 de mayo de 1974, un famoso (¿solo para mí?) Mallorca - 1 Burgos - 0 de la última jornada de esa temporada en el que nos jugábamos salvarnos de la promoción de descenso a Tercera Divisón. Aunque tengo buena memoria, para algunas fechas y datos tengo que tirar de hemeroteca. Espero que disfrutéis conmigo de este viaje por mi historia ...

¿Un partido memorable?

Nick Hornby, en su libro "Fiebre en las gradas", radiografió perfectamente los 7 ingredientes que un partido de fútbol puede tener para que pase a tener la consideración de memorable y pase a engrosar la lista de partidos que se recuerdan para siempre. Puede aparecer un solo ingrediente o varios juntos.
1. Goles. Tantos como sea posible que uno recuerda mejor un 7-1 que un 1-0.
2. Lamentables errores arbitrales. Y mejor que mi equipo sea la víctima de los mismos, le da más dramatismo.
3. Un público bullicioso. Por ejemplo, el calor de la grada al remontar un 0-2 es algo incomensurable.
4. Condiciones meteorológicas adversas. El barro, la lluvia, el frío extremo hacen los partidos más heróicos.
5. Que el rival falle un penalti. Y si es decisivo, mejor.
6. Que un jugador contrario sea expulsado. Siempre que no sea demasiado pronto, porque esas deslucen el partido.
7. Algún tipo de incidente desgraciado. Y aquí entramos en un resbaladizo terreno moral.

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