Pues sí amigos, confieso que he pecado. En el pasado. En el pasado muy remoto, pero he pecado. Yo era simpatizante del Valencia. Eso sí, en la más tierna infancia, cuando yo aún no tenía capacidad de razonar. La verdad es que no recuerdo bien porqué, no se me viene a la mente ninguna razón para serlo, yo creo que era simplemente que el nombre me sonaba bien y que el escudo me parecía bonito. Hay que tener en cuenta que en esa época el Mallorca era carne de Segunda B y Tercera.
Si busco un punto de inflexión en mi inmersión total en el mallorquinismo tal vez llegaría a la fecha del 14 de agosto de 1981. Esa noche se disputaba en el Lluís Sitjar de Palma la segunda semifinal del XIII Trofeo Ciutat de Palma y se enfrentaban cara a cara el Mallorca y el Valencia. En la primera el F.C. Barcelona se había desecho el día anterior del Boavista por 4-1. El Mallorca, tras haber estado ausente en los tres trofeos anteriores, regresaba al cartel del Ciutat de Palma gracias a su ascenso a Segunda División cosechado la temporada anterior. Desde el 20 de abril de 1970, fecha en que el Mallorca había derrotado al Pontevedra por 2-0 en el último partido disputado por el club decano en Primera División hasta esa fecha, había tenido pocas oportunidades el Mallorca de batir a un rival de esa categoría. De hecho, en partido oficial, tan solo una vez en esos once años transcurridos, cuando en la Copa del Rey de 1977 el 10 de enero de 1976 el Mallorca había superado por 2-1 a la Real Sociedad (aunque luego acabara perdiendo la eliminatoria en Atocha).
Aunque para decir toda la verdad ese día no estaba yo en el campo ya que me encontraba en Menorca de campamento de verano, las noticias que me llegaron al día siguiente del partido reforzaron mis convicciones rojillas que ya por aquél entonces empezaban a superar ampliamente a las valencianistas. Aquél día Antonio Oviedo alineó de entrada a Tirapu, Sahuquillo, Aparicio, Gallardo, Ruiz Sánchez, Toño, Orellana, Delgado, Kustudic, Peles y Urtubi. A los 32 minutos Morey, a la postre héroe del partido, sustituyó a Urtubi lesionado y a los 58 Riado a Aparicio. Ese partido era el debut del dúo balcánico del Mallorca, Kustudic y Peles, ante su afición. El objetivo, tal vez, era hacernos olvidar a Paco Bonet y a Sebastián Nadal. El árbitro era el mallorquín Riera Morro y, según los ches, su arbitraje fue muy parcial a favor de los locales. Empezó marcando Gálvez para el Valencia en el minuto 28; dos minutos después, en el 30, Kustudic al rematar una falta lanzada por Sahuquillo consiguió la igualada; en el 41 Morey, recién salido al terreno de juego, anotó el 2-1; un minuto después, en el 42, Solsona desde cuarenta metros sorprendió a un Tirapu muy propenso a hacer grandes vistas para llevar el 2-2 antes del descanso; en la segunda parte, en el minuto 72 Morey le roba la cartera a Solsona y tras plantarse solo ante el portero valencianista Pereira lo bate de tiro cruzado poniendo el 3-2; finalmente en el minuto 86 un pase largo de Kustudic a Morey es aprovechado por este último para establecer el definitivo 4-2 y llevar el delirio a las gradas de un Lluís Sitjar que presentaba uno de esos llenos históricos de antaño. Para más inri el Valencia falló dos penalties, uno Pablo en el primer tiempo y otro su gran figura, el danés Arnessen, en el segundo. Al final del partido Pasieguito, el entrenador del Valencia aducía que "estamos faltos de rodaje", mientras que Oviedo, eufórico, decía que "ha sido una gran victoria. Creo que con ello ya hemos cumplido sobradamente. Frente al Barcelona haremos lo que podamos, pero estaremos mucho más cansados".
Efectivamente así fue, al día siguiente el F.C. Barcelona barrió al Mallorca en la final y lo derrotó por 4-1, pero el mallorquinismo había disfrutado de su primer momento de gloria en muchos años y yo, desde Menorca, me llené el alma de color bermellón para siempre.