No tengo mucho más que añadir sobre este delantero Paraguayo/Chileno/Ruso/Ucraniano que fichó Miguel Contestí para el Mallorca en el mercado de invierno de la temporada 82/83 para sustituír a Kustudic que lo que él mismo le contó al periódico chileno "El Mercurio" en mayo de 2000. Así que si él mismo se considera uno de los héroes del ascenso de 1983, para qué le vamos a quitar nosotros la ilusión, ¿verdad?
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Sergio Nichiporuk: La historia de un hombre feliz
La vida del entrenador paraguayo de Santiago Morning no ha sido un lecho de rosas. El drama, los momentos oscuros y el sufrimiento han marcado una trayectoria que ya goza los primeros éxitos. Ganándose el respeto a punta de trabajo y éxitos, lo del ruso es un cuento que merece ser contado.
"Mi padre, Sergio, era ruso y mi madre, Anastasia, es ucraniana. Huyeron para no vivir la Segunda Guerra Mundial y junto a mi abuelo Nicolai se fueron a Paraguay. En la casa, aún hoy, hablamos todos en ruso, aunque ya me he olvidado casi todo ahora que llevo veinte años en Chile. Allá, cuando voy de vacaciones, me dicen el gringo, y acá sigo siendo un extranjero. Lo he sido siempre, y ya ni siquiera me llama la atención.
Fueron colonizadores en Itapúa, cerca de Encarnación, a 180 kilómetros de las cataratas y les costó muchísimo, porque era casi selva virgen, donde había que limpiar el terreno botando árboles para luego sembrar y criar el ganado. Una vida durísima, donde desde muy niño tuve que cosechar el algodón y hacer las tareas propias del campo.
Cuando iba a la escuela me empezó a gustar el fútbol. No era muy bueno para los estudios, pero a la pelota le daba duro. Soñaba con ser futbolista, porque el campo no me gustaba y quería salir del país. Pronto, a los 15 años, me metí al Paraná, un equipo de la ciudad donde mi papá era dirigente. Me llamaron a la selección de mi región donde me tomó un empresario que me llevó al club Nacional, de Asunción, en 1975.
Después pasé a San Lorenzo, también de la capital, donde jugué hasta que un día llegó Manuel Rodríguez Vega, que dirigía a Ñublense de Chillán, quien conversó conmigo después del partido. Me dijo que necesitaba un delantero centro para su club y sin pensarlo dos veces me vine a Chile en 1980.
Salí goleador del campeonato de Segunda División, por lo que me contrataron primero de Wanderers y luego de Iquique (donde fui goleador del Torneo de Apertura). Me contrataron desde el Mallorca de España donde salí campeón de la Segunda división y volví a Magallanes en 1984, para integrarme a ese equipo que jugó Copa Libertadores de América. Era la mejor etapa de mi carrera, sí señor, cuando vino la primera desgracia. Me fracturé de tibia y peroné.
Yo tuve mala suerte como futbolista, porque cada vez que parecía que mi carrera tomaba vuelo, venía algo que me frenaba. Tras pasar un año recuperándome, me lesioné de nuevo. Recién pude volver a fines del '86 en La Serena, donde jugué algunos meses antes de irme al Atlante de México. Me fue bien, pero volví a Lota Schwager, que tenía buen equipo ese año, pero apenas llegado me fracturé una costilla y, cuando recién tenía 30 años, decidí retirarme. Me fui del fútbol, amargado porque siempre pensé que pude dar más de lo que finalmente dí".
El empresario
"Me compré una micro en Concepción para ser empresario, pero yo quería seguir ligado al fútbol. Vine a Santiago para seguir los cursos de iniciador y monitor y es allí cuando Roberto Hernández me invita a trabajar en Municipal Las Condes.
Me tuve que traer la micro, pero al comienzo fue difícil porque Roberto no sólo me pidió que lo ayudara con el primer equipo, sino que además con la escuela de fútbol y que jugara los domingos.
Trabajaba como enfermo. Dormía dos o tres horas diarias. Me levantaba a las cuatro de la mañana para tomar postura con la máquina. Salía a las cinco y cuarto y a eso de las once u once y media cambiaba el turno con el chofer y cargaba petróleo. El resto del día trabajaba en la cancha con el Municipal o la Escuela de Fútbol. En la noche esperaba que llegara la micro y le cambiaba el aceite para ahorrar o le regulaba los frenos. Me dormía a la una o dos de la mañana y al rato ya estaba levantado de nuevo.
Fueron tres años de sacrificio duro. Por eso hoy, cuando se habla de trabajo, nadie me puede dar clases, porque la vida es difícil y hay que ponerle el hombro para dejar de ser un mediocre. Hoy tengo tres máquinas y una casa, gracias a lo que hice en esos años".
El entrenador
"Fue ahí donde decidí independizarme, porque Roberto se fue a La Serena. Me fui a Cuarta División, a dirigir a Santa Cruz de Peñalolén, donde fui considerado el mejor entrenador de la serie. No teníamos cancha de entrenamiento, así es que teníamos que correr alrededor de una piscina en el parque para prepararnos.
Volví a Municipal Las Condes, a la Tercera División, donde ganamos todo, pese a que tuvimos problemas serios porque los dirigentes armaron un plantel muy grande y después no pudieron asumir los costos. Muy poca gente dio la cara, pero llegamos a la liguilla en Linares y, pese a que la perdimos, otra vez me eligieron el mejor entrenador.
En 1995 llegué a Cobresal y me fue muy bien. Estuvimos a un punto de ser campeones porque en Arica teníamos que ganar y sólo empatamos, por lo que el ascenso directo fue para Audax y Wanderers. En 1996 debimos subir, pero nos quitaron tres puntos por secretaría y en la liguilla otra vez no pudimos.
Me fui a Concepción, en la Primera División donde salí cuarto en el Apertura, con una plantilla muy baja. Pero me gustaba el desafío y acepté. Pudo habernos ido mejor, pero me vino el drama personal".
La pena honda
"Me nació una niña con síndrome de Down y otra se me murió sorpresivamente. Estuve muy mal, muy mal. Me quedé sin motivación, me costaba todo. Debo ser honesto y decir que la vida me importaba poco, que abandoné la actividad. En el torneo de Clausura logramos salvarnos apenas.
Yo sabía que no podía seguir, que no estaba bien, pero me llamó Ricardo Sobarzo, el presidente de Cobresal, para decirme que la tercera iba a ser la vencida. Honestamente, no tenía otra posibilidad en la vida. Estaba metido en la fase más negra de mi existencia y me fui de inmediato a una ciudad que conocía y a un club que quería mucho.
En 1998 subimos y debo decirle que fue la alegría más grande de toda mi vida. Fuimos campeones y lográbamos un objetivo que era perseguido con fervor por la gente. Nadie quiere ir a El Salvador y mantenerse en el profesionalismo cuesta mucho. Por eso se valoró tanto esa conquista que, desgraciadamente, se esfumó al año siguiente.
De repente hubo momentos muy amargos. De mucha soledad. Noches que parecían interminables e increíblemente tristes. Me quería ir porque todo lo que me rodeaba era dramático. A eso se sumó la enfermedad de mi padre, en Paraguay, a quien tuve que acompañar en sus últimos días y a eso se sumaron algunos problemas con el plantel y decidí irme. Partir. No quiero hablar más de eso porque es una etapa muy dolorosa en lo personal y lo profesional, pero el club finalmente se fue a Segunda después de una primera rueda muy buena y yo, tras el fallecimiento de mi padre, retorné a La Serena pensando que se venía un receso largo".
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